No había despuntado el día y el despertador no había sonado,
cuando extraños golpes en la ventana nos despertaron devolviéndonos a la realidad, voces desde la oscuridad exclamaban nuestros
nombres. ¿Pero que hora era? Ver el reloj, y descubrir con terror las 3:30 de
la mañana todo fue uno. Otro nuevo día, y otro nuevo despertar al alba. Algunas
veces se pregunta uno si la opción de vacaciones relajadas en un hotel, con
tumbona, playa y piscina en un todo incluido, no hubiera sido mejor que esta
otra opción de madrugar con constancia, recorrer grandes trayectos y llegar a
tu destino para admirar las maravillas del creador a veces rápido, otras con
paciencia, algunas con prisas y otras en un visto y no visto; diciendo por lo
bajini: “lo veré mejor al revisar la fotos”.
Un desayuno muy Light, café y unas galletas de espantoso
sabor, dió el pistoletazo de salida al encuentro con la penumbra. Cinco éramos
los que formábamos el grupo; y
cinco, las almas que nos adentramos en la densa oscuridad, entre las ruinas
mayas más famosas y bien conservadas de Centroamérica, pagando otra módica
señal de 100 QZT, por profanar a esas horas la tierra conquistada y dignificada
por los mayas Olmeca. El paseo con linterna era rápido, subidas, bajadas, en
este páramo un juego de la pelota, en este otro un palacio de las ventanas,
cincuenta pasos más allá el templo 3, luego el 2. Y para que os hagaís una
idea, todo bajo la visión limitada de una linterna, y con un silencio sólo
interrumpido por el croar iracundo de las primeras ranas desperezadas.
Sinceramente, el ostracismo al que fuimos sometidos por una
selva silenciosa, oscura, húmeda y resbaladiza (recordemos que estamos
caminando sobre piedra calcárea húmeda y trillada por miles de visitantes) nos
llevo a la máxima desorientación, es ésta y no otra, la única explicación
pausible para interpretar que cuando el guía nos exhortó a subir el templo
número 4, desde dónde contemplaríamos con asombro la salida del astro rey,
Cristina tomó con rapidez los pasos de la escalera e inmediatamente las
ascendió hasta llegar a una estrada superior, y allí puso cara de triunfadora y
pagada de si misma; como diciendo: “a mi subidas de escaleras a estas alturas”;
claro tengan encuenta que esto es una interpretación yo no leo su mente. Pero
su cara era un poema cuando con su luz en mano, iluminó la auténtica escalera
que tramo tras tramo se enroscaba
en la exuberante pared del templo, desdibujándose parcialmente, he aquí la
envergadura de nuestra meta. Sin apabullarnos, ascendimos con ligereza,
nuestras fuerzas eran tan grandes como el desayuno, pero nuestros espíritus
alentados por el descubrimiento de un nuevo día en un lugar tan emblemático
energizaban nuestros músculos.
En la escalinata que daba lugar al acceso al templo de
sacrificios, ahora obliterado por las incólumes maniobras de desalmados que
deyectaban en su interior por no ir al baño mas cercano, dimos reposo a
nuestras almas. Mirando al este, esperando el giro eterno y seguro de nuestro
planeta en su órbita elíptica. Pero antes de llegar Apolo con su luz caliente y
sosegada, la selva empezó a levantar su humedad en forma de estado gaseoso, y
una tenue niebla al principio se convirtió en un nubla densa, que dificultaba
la visión. Nos explicaron que veíamos el templo 3, luego que si no era el 3 y
era el dos. Era difícil la interpretación de la posición del sol, entre más la
de templos que no habíamos visto de día. No obstante, el ambiente era sobrecogedor,
un inmenso mar verde y entre sus frondosidades se levantaba la niebla
rodeándolo todo y al mismo tiempo siendo parte de ello. Es una inyección de
placer para los sentidos, pero el que menos disfruta es quizás la vista.
La vuelta fue rápida, el guía nos dirigió por una serie de
templos y nos comentaba algunos de los aspectos mas importantes. Nos indico los
principales grupos de construcciones para que en nuestra visita posterior, eso
seria como dos horas después, disfrutáramos del paseo entre los monumentos.
Habían dos grandes circunstancias que nos hacían volver, una
nos afectaba, el desayuno, la otra no tanto, que nuestras acompañante tendrían
que volver a pagar la entrada si no salían del parque antes de la 8:00. Así es
Tikal.
Tras
el desayuno, estábamos extenuados, y decidimos hacer una siesta tempranera.
Rápidamente nos quedamos dormidos, y al despertar, la tragedia.
Nos
costó levantarnos, y conforme pasaba los minutos Cristina empezaba a enfermar,
se apagaba como una lámpara de queroseno al que se le haya puesto alcohol, y
cada paso que daba para acercarse nuevamente a Tikal, era un paso que iba
descontando de una especie de reloj vital. Nuevamente recorrimos los caminos,
pero esta vez por el más corto para volver al dichoso templo 4, y volver a
hacer las fotos, esta vez con luz. Luz que a cada minuto era más calor, calor
que pronto se cerró y como ya es costumbre empezó a diluviar. El agua caía por
nuestro rostro, y pronto los charcos y riachuelos se adueñaron de las calzadas
calcáreas de Tikal. Era ufano y divertido, ver como grupos de turistas, se
deslizaban y caían hasta dar con sus posaderas en el suelo, y la de al lado en
un acto de misericordia, cristiandad y altruismo la ayudaba, y también veía
como sus glúteos rebotaban más o menos sobre la calzada. Si es que, señores es
piedra caliza mojada, deben andar por el margen del camino, yo sinceramente
creo que sus guían no les decían nada por reírse.
Llegamos
al templo cuatro, lo volvimos a subir de un tirón, y ahí Cristina estaba
totalmente destrozada, entre la perdida de fuerza y el mal estar postdesayuno y
postsiesta, todo confluyó para empeorar. Fotos, mas fotos y nueva bajada. La
gente la animaba, señora que solo le quedan dos horas para salir del parque, la
vuelta fue un auténtico vía crucis, poco a poco recorrimos el palacio de las
ventanas, estelas a doquier, llegamos al templo 1, el más famoso de Guatemala,
el que sale en todos los libros de turismo, el mismo que hizo el rey Jaguar y
que la compañía de Pensilvania descubrió completamente, pues en aquel entonces
no estaba vigente la regulación de la UNESCO de sólo restaurar un 30 % de los
monumentos.
El
día pronto llegó a su fin, un nuevo transporte nos devolvería a El Remate, y
esta vez Cristina estaba definitivamente acabada.
Espero que ya te encuentres recuperada, la fotos de templos muy chulas, pero subir después de esos madrugones, sólo para superaventureros... Un besote.
ResponderEliminarHolaaaaa Pilar!!!!
ResponderEliminarSí ya estoy buena, menos mal... Me toco una vomitona, un poco de fiebre, dormir y al dia siguiente como nueva... Pero subir otra vez todo ese camino, esas escaleras... Calla calla no me quiero ni acordar...
Gracias por seguirnos
Un besote
pobre mi niña!! menos mal q durò 24h sólo...a ver si me entero de qué perdieron! Besotes
ResponderEliminarAy beatrice... Si yo te contra...
ResponderEliminarComo q no te enteraste de lo que perdí... Ai ya lo ha desvelado... El ordenador de buceo!!!!!!
Bsss