domingo, 21 de julio de 2013

DIA 22. MEETING POINT: VALLE DORADO.


    La noche lluviosa dio paso a una mañana en la que las nubes se habían disipado parcialmente y en el que el ruido de la naturaleza era una constante por doquier. 


      Hambrientos como lobos nos levantamos temprano, y desayunamos con gusto unos alimentos bien preparados y servidos exquisitamente por el personal del Tortugal. El día nos era propicio y pensabamos aprovecharlo. 

La idea básica era tomar unos Kayak y desplazarnos apaciblemente por las aguas de Río Dulce para visitar el Castillo de San Felipe, una construcción a la orilla del río con reminiscencias coloniales. Al soliciatar los Kayak, que iban incluidos en el precio y unos de los motivos por el que nos decantamos por este hotel, nos dicen que están en reparación y lo único que nos pueden ofrecer es un cayuco. 
Recorrimos el entresijo de pasarelas y llegamos al embarcadero improvisado, al ver el cayuco nos dimos cuenta que sería otro de nuestros días gloriosos. Una embarcación de fibra de vidrio, con tres tablas en su interior a modo de asiento y unos remos de madera, sería todas nuestras armas para llegar al Castillo, más medieval que ni que lo hubieramos pensado. Como tenía pinta de aventura, allá que nos subimos, y empesamos a remar, primero entre los barcos fluviales atracados, y luego en dirección al Castillo a contracorriente. 

En un primer momento, estábamos descordinados y faltos de práctica; pero, tras múltiples correcciones en el rumbo y esquivar plantas acuáticas y otros barcos a motor fuimos tomando confianza. Metro a metro divisábamos nuestro destino mas cerca, hasta de vez en cuando hacíamos alguna foto, claro que con equilibrio para no volcar el cayuco y que nuestro cuerpos dieran en el agua. 
En las proximidades del castillo, en una orilla cercana atracamos de forma muy primaria. Y fue ese el momento en el que nos percatamos que no teníamos dinero. 

   Ambos dos olvidamos que para entrar en cualquier zona, por nimia que fuere, había que pagar. Intentamos convencer al guardia que se cobrara del hotel, pero se negaron en rotundo. 
        
Vuelta a la barca, y vuelta a remar para hacer la visita desde el río, al menos veríamos el castillo y sus alrededores. 

   Al sentarse Cristina en el cayuco la tabla central cede y se rompe, perdemos unos de nuestros asientos y una persona para remar. Armandonos de valor, y dando gracias que el suceso no acaeciera en medio del río, recorrimos, no sin cierta dificultad los alrededores del Castillo. Volviendo, ayudados parcialmente por la corriente al hotel. Cansados, pero con la ilusión de emprender el camino hacia nuestro próximo destino “Finca Paraiso”.
Dejando bajo custodia las maletas, y haciendo un camino ligero, primero entre las pasarelas y luego en una pedregosa senda hasta llegar a la carretera, esperamos con paciencia el microbus. 


    Llego unos 15 minutos después lleno hasta los topes, pero allí nos metimos como pudimos y tras unos 30 minutos de camino nos dejaron otra vez al margen de otra carretera.


 Desde allí otro paseo tranquilo, hasta encontrarnos con las maravillosas cataratas termales de la Finca Paraiso.


    De inmediato nos pusimos el bañador y disfrutamos como niños de sus diferentes temperaturas a centímetros de distancia, sus saunas improvisadas, su baño relajante, todo un deleite para los sentidos. 


     Por camino nos fuimos encontrando con gente con la que habíamos compartido el trayecto, intercambiamos información, así como experiencias. E iniciamos el retorno. 

Los coches pasaban por la carretera con velocidad, era camino llano y recto y lo aprovechaban, pero iba, por desgracian en perjuicio nuestro. Así que Cristina se dedico a parar a todo coche que aparecía, todos pasaban de largo, hasta que un pick up blanco de unos recarchuteadores de gomas, la paran inesperadamente y subimos a su coche como autoestopitas cualquieras. 


   Bien diferente se veía el viaje de regreso con el viento en tu cara y disfrutando del extenso paisaje rivereño. Alegría para el cuerpo pero más para el alma. 
Los planes iniciales a veces se modificaban, y esta fue una de ellas, era demasiado complicado, y suponía muchas horas de coche llegar hasta los rapidos del río Cahabón, con lo que decidimos emprender un viaje por una zona desconocida y hacer una visita a las tierras más al sur, dónde según nos comentaban los hombres eran mas rudos y llevaban sombrero de vaquero. Fue ese, el motivo que nos llevó de vuelta a Río Dulce y allí tras una larga espera, con un aire acondicionado que refrigeraba hasta el mismo corazón, dónde tomaríamos el transporte más cómodo de todo el viaje. 

Se trataba de unos autobuses, grandes, vamos como los que se suelen emplear en España para los tours, con asientos mullidos, con luz y aire acondicionado individual y no masificados. Eso si que era un lujo. Y nos llevaría a Valle Dorado, un complejo de villas asociado a un parque acuático. 


Si lo se, algo extraño sabiendo lo exótico de los lugares en los que estabámos acostumbrados a pernotar, sin embrago la explicación estaba clara, era el único lugar que quedaba equidistante entre nuestro nuevo destino final : Guatemala City y nuestro viaje al Sur: Ipala. 
El viaje fue interrumpido por la lluvia, pero nuestro “Piloto”, pues le daban esa categoría a los conductores de aquellos monstruos sobre ruedas, nos llevo sanos y salvo hasta Valle Dorado.

sábado, 3 de noviembre de 2012

DIA 21. LA PRISIÓN DE LA VECCHIA TOSCANA.


            El sueño reparador. Los conocimientos sobre lo que nos podía deparar del día aprendidos. El espíritu bien alto. Desayuno: el resto más inmediato.

            Saliendo de la habitación podíamos observan una piscina, con sus hamacas, sus plantas, su buen ambiente. Una sala de juegos proxima, con futbolin, pinpon…y más allá un amplio patio que quedaba clausurado por un portón de madera. Al llegar al mismo, nos quedamos petrificados al descubrir que estaba cerrado, no solo cerrado si no atrancado con candado y todo.
            En nuestro afán por salir, volvemos sobre nuestros pasos, revisamos la habitación, buscamos otra salida, buscamos a los dueños, a los perros que tanto ruedo hicieron a nuestra llegada la tarde anterior. Nadie. Silencio. Sólo el sonido de nuestras pisadas nos acompañaban y nuestra incertidumbre.
            Pero algo más sucedía, mi compañera de viaje empezo a mutar, recorria sin control los caminos, sus pisadas eran fuertes y rápidas. Se sentía atrapada, victima de un encierro inesperado. Intento abrir la puerta con la llave de la habitación, luego grito al viento, luego busco a los dueños, intentó que un señor que pasaba por la orilla del mar nos abriera la puerta o tocara el timbre, el hombre pasó de largo. Yo estaba tranquilo, sentado en la zona de desayuno viendo aquella escena y sin saber que pensar. Finalmente metió la mano a través del porton y comenzó a tocar el timbre ella misma; una vez, luego dos, y como no conseguía respuesta, dejó el dedo compulsivamente sobre el botón haciendo un ruidos estridente que no paró hasta que se vió a la dueña encima con cara de pocos amigos y con los ojos vidriosos. Pedimos disculpas, y la señora también; pero no salíamos del asombro que dejaron el complejo cerrado y los clientes no pudieran salir. ¿Dónde nos habíamos metido?

            Nos dirijimos al pueblo y nos tomamos pedazo de desayuno en el Happy Fish,que tiene buena comida y te atienden con gusto. Se alegraron de vernos, no obstante, habíamos cenado allí y muy bien. Volvemos al resort a buscar nuestras pertenencias para ir de excursión, nos abren unos empleados el portón, y al llegar a la entrada al edificio dónde se encuentra nuestra habitación otra puerta cerrada. No podíamos entrar a la habitación. Vuelta a tocar, le pedimos a los empleados que los despertaran para que nos abrieran la puerta del edificio, y a pesar de tocarles en la ventana (resulta que dormían en un cuarto cerca del nuestro) no se levantaban. ¿Qué pasa aquí? ¿Quiénes son estas personas?¿Por qué nos cierran todo? El empleado nos explica que cerraron para que no entraran los perros y por que pensaban que no volveríamos hasta más tarde. En fin sin comentarios.
            Terminamos por forzar la puerta de nuestro balcón y como simples cacos entrar por ella y abrir desde dentro. Tomar las cosas que nos hacían falta e ir en busca de aventuras, aunque no sabíamos si podía superar estos eventos.

           Para llegar a los “Siete Altares” debíamos recorrer una gran distancia, a través de una costa llena de basura, tan cual, la estampa inolvidable, vamos como la del anuncio de Bacardi, eso sí , llena de botellas de plastico, cajas, zapatos, zapatillas, platos y un sin fin de material no reciclable. Los Siete Altares son una serie de pozas en un rio, que se asienta sobre piedra caliza, si ya has visto Semuc Champey, desgraciadamente aquí ni se te ha perdido nada.

Pero el ejercicio físico nos abrió el apetito, y tras salir de aquel hotel alcatralino, regresamos al Happy Fish y nos tomamos nuestro segundo Tapado Garifuna en menos de 24 horas, un plato de cuchara preparado a base de leche de coco, platano, marisco pescado y verduras, una deliciosa bomba calórica.

            Contentos de haber abandonado el presidio, y con ayuda de unos de los empleados del restaurante volvimos a puerto para nuestro viaje a Rio Dulce ó Las Fronteras, según les apetezca pues lo nominan de ambas maneras.

 Se suponía que el viaje fluvial, era de dos horas, con paradas en los lugares más importantes y tiempos de espera. Riánse, ni paradas y llego a menos de una hora, un mero taxi acuático, eso si, el entorno incomparable, principalmente en la parte final del río donde enormes acantilados tupidos de vegetación dibujaban un marco rico en fauna, lastima no poder disfrutarla.

            Nos abandonan en Tortugal, y tras unos momentos para refrescarnos de la jornada, visitamos el pueblo que se encontraba a 5 minutos en lancha. Es este pueblo un sitio de paso, y su importancia viene determinada por el Puente que se encuentra en uno de sus extremos atravesando el río. Según la guía el más largo de Centroamérica, y según nuestra propia experiencia, por que subimos por él para fotografiar la luna (que bonito, lo sé) se movía como un puente de alambre.

            Volver era fácil, una nueva lancha por el río, pero pensamos que un tuktuk nos alcanzaría fácilmente. Desgraciadamente el conductor se hizo un lio y no sabia dónde llevarnos, finalmente la primer opción la buena. La noche estaba sobre nuestras testas, y con el despiste del blog se nos pasó la hora de la cena. Que más da, un noche más de ayuno, una noche más en un ecolodge, una noche más pasada por agua, empero, nosotros secos y calentitos. 

viernes, 2 de noviembre de 2012

DIA 20. DE CAYO CAULKER A LIVINGSTON Ó LA MARCHA DE LOS INMIGRANTES ILEGALES.


         Un nuevo día amanece en Cayo Caulker, y es el último en que nuestros pies tocaran esta arena formada por conchas finadas y acumuladas por un entramado de raíces de palmeras y manglares. Estamos preparados, henchidos de alegría, maletas listas, mochilas a nuestras espaldas y la ilusión nuevamente brotando por cada poro de nuestras curtida y morena piel.
            La hoja de ruta, conocida. Water Taxi hasta Belize City: 1hora.  Autobús hasta Punta Gorda: 2 horas y media. Ferry desde Punta Gorda a Livingston: 30 minutos. Y el resto del día para disfrutar de este maravilloso rencuentro con Guatemala. Ó, eso creíamos nosotros. Si los que leen esto, piensan que todo nos sale bien, que todo va como la seda y un ángel guía nuestro pasos por este viaje, al leer estos párrafos descubrirán la absoluta y desde luego cruel, muy cruel realidad.

            Para empezar, el water taxi, otro modelo en el que en vez de sentarnos como en una grada, nos sentamos en el lateral del barco, y el centro queda libre para carga. ¿Qué significa esto?, mas incomodidad, y la posibilidad de marearnos, tras un desayuno que consistió en , a ver que recuerde, ahh sí, un café con una bolsita de azúcar , que bueno!!!!!. Además, tenemos que parar en un cayo privado (Chapel Cay), lo que retrasa aún mas nuestra llegada a Belize City.
            Tomamos un taxi, y tras negociar el precio para que nos lleve a la Estación de Autobuses, pues el taxista a la salida se para y también mete a otra persona en el coche, vamos esto es lo que se dice un servicio público. Empezamos a pensar que lo habíamos visto casi todo. Seguro que habeis sentido alguna vez esa sensación de estar pagado de vosotros mismos, de conocer el terreno que pisáis, y en ese momento, zas… en toda la frente…pues precisamente eso es lo que nos pasará a nosotros a continuación.

            El paseo en taxi, como unos 10 minutos, recorriendo unas calles sucias, unas casas destartaladas y una impresión general, mucho peor que cualquiera de las ciudades o los pueblos que habíamos visitado en Guatemala. Como estrañábamos a nuestro primer país. Y, en un minuto el taxista para, justo delante de unos puestos de venta ambulante que delimitaban el margen exterior de un mercado callejero, y nos dice lo siguiente: “Esta es la estación de autobuses, no paguen nada a nadie, sólo cuando estén subidos al autobús, recuerden a nadie”. Nuestros ojos se dirigieron raudos a aquel edificio amarillo deslustrado, con ríos de aguas negras, con suciedad por todas partes, y con gente esperando tras unas verjas, parecía de todo menos una estación, por la salvedad de unos autobuses destartalados, en grupos de dos. Mientras hacíamos un poder, para arrastras nuestras cada día más pesadas maletas, sin meterlas en el hediondo lodo, hasta llegar a la zona central, el hambre hizo acto de presencia. Pero, primero la información.
            Quedándome en una esquina, cuidando las maletas, y en ocasiones sintiendo algo de miedo por si nos atracaban en cualquier momento, Cristina le pregunta a una señora de con camisa amarilla por el autobús, le comenta que saldrá a las 8:30 de la mañana, y que lo hará desde la puerta 1. Para morirse de risa, la puerta uno dice. Imaginaos un pasillo de suelo de cemento, uno de sus laterales tiene una gran reja verde, y en medio de ellas una serie de aberturas con rejas, y cada abertura un cartel que ponía: Gate1, Gate2…si es que el inglés da mucho glamour.

            Como aún no nos habíamos llevado nada sólido a la boca, intentamos comprar con tarjeta de crédito, pero en todo la estación de autobuses había cajero ni tiendas que aceptaran tarjeta; y nosotros teníamos limitado el dinero, pues no podíamos ni queríamos sacar más moneda local y nos parecía que teníamos lo justo para pagar los viajes con el efectivo del que disponíamos entre ambos. Dios que duro es esto. Sacamos unas galletas de la mochila, de nuestra reserva de emergencia, y nos metimos entre pecho y espalda tres galletas chocolate cada uno. Un buche de agua, y hasta más ver.
            Llega el Super Bus, en la norma de cutres habitual, pero no podrá con nosotros, son dos horas y media de camino, y cosas peores hemos vivido y las hemos superado con holgura. Introducimos nuestras mastodonticas maletas sin la ayuda de nadie en sus minúsculas bodegas y nos acomodamos para el viaje.
            Salimos de la ciudad, y las paradas para recoger nuevos clientes es interminable. El interés es llenarlo a tope, es que entre la mayor cantidad de gente posible. En un primer momento se hace entretenido, la gente entra, sale, con sus bultos, mochilas, gallinas muertas, gente con comida, con dos y tres niños, con más de tres y se amontonan todos en el mismo asiento. Era un ritmo frenético, y nosotros contemplábamos extasiados la evolución de la vida a nuestro alrededor. Y que hambre teníamos.
            Llevábamos unas dos horas de viaje, cuando finalmente llegamos a otra estación , no creaís, de igual característica, aunque con menos suciedad acompañante. Cristina pensó que habíamos llegado a Punta Gorda, aunque el mar brillaba por su ausencia , e hizo ademán de levantarse. Muchos de los viajeros se bajaban en tropel del autobús, y subían vendedores ambulantes, con comida, bebidas, papas fritas, plátanos fritos, manises, todo lo que vuestra imaginación os pueda ofrecer para comer estaba allí, y nosotros que no podíamos comprar ni una triste agua. Al regresar alguno de los viajeros con comida y bebida, le preguntamos a un señor que cuanto quedaba para Punta gorda, a lo que con unos ojos en blanco nos dijo que en torno a tres horas. ¿Tres horas?, pero, que había sido de las 2 y media iniciales. No nos quedaba otra. Aguantar el hambre, el calor, la gente, su olor, el ir y venir, el parar y arrancar todo por llegar a nuestra meta, todo por viajar y ver las maravillas del mundo.
            El transporte, no era cómodo, pero cuando ya tuvimos que sentarnos de tres en tres, todo tu mundo se vuelve a redefinir. Gracias a la música, gracias a la capacidad de introspección, y gracias a nuestras vejiga en parte por la ausencia de ingestión de líquidos, estábamos algo confortables, bueno en realidad estábamos, que ya era mucho.
            El viaje era eterno, y nos llevo la friolera de seis horas y cuarto llegar a Punta Gorda. La llegada no fue menos accidentado, casi nos bajan del autobús a la fuerza, pues no nos habíamos enterado dónde estábamos, claro normal, mareados como pollos de tantas vueltas, de ida y venidas y todo ello sin tomar nada en absoluto, mientras veías a todo el mundo comiendo sin parar, hasta fatigas de provocación por los olores tan intensos tuvimos en un determinado momento.
            Otra vez con las maletas a cuestas, por el medio de la calle, bajo un sol abrazador, en busca de la frontera, en busca de una vida que teníamos y nos habían arrebatado, de verdad que nos sentíamos como espaldas mojadas. Llegar a un edificio rodeado de alambrada, salir un negro y decirnos que era la inmigración y un guatemalteco que nos vendía el viaje por mar a Guatemala sucedió en un visto y no visto. No obstante, nosotros solo pensábamos en comer y beber, pero eso si tras pagar las tasas.
            Una vez concluidos los trámites administrativos, Cristina decide ir a por sustento, mientras yo me quedo con los bártulos. El caso es que empiezan a pasar los minutos, cuarto de hora, mientras veía que todo el mundo se iba al puerto (me extrañaba no ver el ferry, pero dadas las horas de inanición, el sofocante astro rey, y las ganas de terminar éste inacabable éxodo, todo seguro tenia una explicación muy lógica). Me puse en marcha con las dos mochilas, y las dos maletas hacia el puerto, para tenerlo todo preparado cuando llegara Cristina dado que tardaba más de la que en principio esperábamos. Y , otra circunstancia que me dejó anonadado, el ferry , era un cayuco con motor, con la gente apiñada y nuestras maletas iban a ir en la proa, tiradas de cualquier manera. Tras esperar unos minutos, vemos como se acerca Cristina corriendo, con un sándwich y un refresco en cada mano, como portando mano divina, la ambrosía de los dioses y con ojos como platos mirando fijamente el sitio donde íbamos nuevamente a ingresar en Guatemala.

            Nos subimos al cayuco, y nos quedamos cuatro en un asiento. No se podía ni respirar. Aunque lo íbamos a hacer, claro que sí. Cuando comenzaron las maniobras de alejamiento del puerto todo fue bien, podíamos comer y beber, con cierta incomodidad pero podíamos. Lo grande vino, cuando acelera el cayuco, y empieza a rebotar en la mar picada, y dar saltos, y nosotros, y nuestras maletas. El agua nos salpicaba, no una ni dos veces si no varias, al principio fue gracioso, nos reíamos, pero conforme nos fuimos adentrando en el  mar en busca de la costa en lontananza, la situación empeoró y nuestro humor también. Queríamos estar en Livingston, y lo queríamos ahora. El ahora sería casi una hora después. Llegamos más que cansados, destrozados, y vuelta con maletas y mochilas, deseábamos tumbarnos, descansar, masajear nuestros cuellos y nuestros pies alicaídos y dormir el sueño de los justos.
            El taxi nos dejó a 20 cm del mar, sí a 20 cm mal contados, debido a que la entrada de nuestro hotel la Vecchia Toscana estaba de cara al mar. No hicimos preguntas sobre esto, no queríamos ninguna respuesta. Nos instalamos, y cuando creíamos que todo había terminado, nos dimos cuenta que no habíamos entrado de forma legal, no pasamos por la inmigración de Guatemala. Dios, éramos unos ilegales, unos sin papeles, éramos… ; a decir verdad ni sabíamos lo que éramos.

            Caminando, nos adentramos parcialmente en la cultura de Livingston, la cultura Garifuna, a pesar de que nuestro interés (sobretodo el de cristina que le agobiaba bastante el tema) era llegar a inmigración. Fue realmente fácil hacerlo, no pusieron pegas, se rieron con nuestra desafortunada forma de ingresar en el país y regresamos para tomarnos una merecida cena y un descanso más que merecido. Que solo los zancudos interrumpan nuestro sueños de personas legales y temerosas de dios.


DIA 17, 18, 19 CAYE CAULKER O LA DESILUSIÓN AZULTURQUESA.


            Finalmente estábamos en este atolón, en este Cayo con una población de más de 2000 habitantes entre la población residente y la flotante. Sus vecinos, gente llena de contraste. Paseaban por su tres calles sin asfalto, era todo arena y palmeras y por doquier podías disfrutar de un mar turquesa, con unas aguas bellas a distancia, pero con unas playas llenas de algas que no invitaban precisamente al baño.

            Si tuviera que definir este lugar diría que es paradisiaco a la sombra, eso sí, pues cuando el sol te da de frente es como si te estuvieras cocinando al grill y sintiendo como cada una de tus células muere deshidratada.

            En general, las gentes son joviales, te saludan sin restricciones, te invitan a que disfrutes de sus dulces (casi todos a base de chocolate) y te acompañan con la mirada. Una lástima que en el centro de buceo no fueran tan cordiales. Un tipo seco y sin una pizca de humor nos atendió sobriamente y contratamos con Los Frenchies Dives dos buceos, uno de un día y otro que sería un par de días con una noche durmiendo en un Ecolodge. Y este, fue el comienzo, de toda una serie de desafortunadas coincidencias, que harían que no recordemos con especial añoranza estas tierras beliceñas.

            El primer buceo, fue en el local reef, vamos el arrecife de coral que teníamos a menos de seis a diez minutos de la costa, se prometía interesante, y cual fue nuestra sorpresa, que nos deparó un buceo monótono, con vida escasa y unos fondo cuidados de aquella manera. El segundo buceo del día no lo realicé, un malestar en la zona sinosuidal y la carencia de alicientes, dio al traste con mis andanzas submarinas.

            La segunda decepción se nos presentó, cuando, por falta de aforo suspendieron unilateralmente esa excursión de dos días. Simplemente no localizaban a los otros dos buceadores, que me imagino se dieron cuenta de lo poco formales que eran estos individuos, y pusieron pies en polvorosa. Así que, perdiendo un día de estancia en el cayo esperando este buceo, y perdiendo una tarde en el cayo buscando otro club que hiciera la tan esperada inmersión en el “Blue Hole”, se nos estaba yendo la vida. Al terminar la tarde, encontramos a los Belice Diving Services, que pensaban ir a bucear al citado sitio, y que resultaron ser más honestos y profesionales que los primeros. Madrugón, dos horas de barco (en la que me pasé sumido en un tránsito emético la mayoría de la travesía) y llegamos a un lugar increíble.

            El Blue Hole es un parque por definición propia, lo interesante del lugar, es que durante un tiempo (hablamos de cientos de años) constituyó una caverna que estaba en superficie, sus paredes a base de piedra calcárea formó estalactitas y estalagmitas. Cuando la caverna se sumergió, el techo se desplomó  y quedó una estructura en forma de pozo y en los lados las formaciones citadas. Es agradable la inmersión a pesar de tener que descender a más de 40 metros de profundidad, se ven las estalagmitas y se vuelve a subir, en la superficie a menos de 10 metros muchos tiburones y meros de gran tamaño. En definitiva, es una bonita experiencia, aunque demasiado popularizada para lo que realmente aporta, se puede vivir sin ella. Las otras dos inmersiones, regulares, en la tónica del local reef, decir, que nos acordamos de la recomendación que nos hizo Marcio D´Acuña, cuando nos dijo que esta zona estaba demasiado viciada, que fuéramos  a Honduras….

            La comida en el atolón buena, encontramos un restaurante cubano  que nos sirvió platos ricos ( ummm aún recuerdo lo sabrosa que estaba la langosta) y nos atendieron con una gran sonrisa y muy buenas maneras. Escaseaba sin embargo esa noche más llena de eventos, más musical, más caribeña; el caribe no es igual en todos lados, y realmente Belice si se puede definir por algo es por su falta de carisma y por la sensación que te da el país y la gente que le falta algo, pero, no me preguntéis el qué, aún no lo averigüé.

lunes, 29 de octubre de 2012

DIA 16. DE PETEN A CAYO CAULKER O EL MISTERIO DEL OBJETO PERDIDO (SEGUNDA PARTE)


Pero, aún estando destruida por la enfermedad, seguía con el anhelo de encontrar tan valioso objeto. Llegamos nuevamente a Mon Ammi, pero por desgracia el dueño no se encontraba y no podíamos recuperar nuestras maletas. Llegamos en unas condiciones más deplorables aún de las que habíamos salido, se notaba que el viaje, sus experiencias, circunstancias, las deshoras, los madrugones, el dormir bien un día y regular al siguiente había mermado nuestras fuerzas.
            Preguntamos en la recepción improvisada si había llegado un coche con nuestro objeto. Pues las últimas noticias que teníamos era que nos lo llevarían directamente al Hotel y a nuestra triunfante llegada de Tikal, recuperaríamos la joya de la corona. Pero, por supuesto, todo no podía ser tan fácil. El objeto no estaba allí, como nos confirmaba la negación pausada que se dibujaba en la cara de Betzabel.
            Y entonces, comenzó otro ciclo de llamadas. Llamadas a Vinicio que no contestaba, y luego intentando localizarlo en la Casa d´Acuña. No se podía poner pues estaba en la barra, llamaría después. Pasaron un, dos tres y hasta cuatro despueses y el teléfono no sonaba. La desesperación se respiraba en el ambiente. Los ecos de la perdida reverberaban en nuestros oídos y se desplazaban como ondas sísmicas por nuestras cansadas psiques hasta retornar como torbellino en nuestros cuerpos desvalidos y mermados por el cansancio y la enfermedad. Finalmente, volvemos a llamar. Localizamos al susodicho y nos indica que lo dejaron en una agencia de viajes..de Flores…nosotros estabamos en el Retame a 30 minutos en coche…..y A las 18:00 todo cierra, nadie nos lo puede recoger, partimos mañana y el objeto quedaría abandonado y huérfano, en un lugar y un tiempo equivocado, sin uso ni disfrute; una auténtica tragedia griega, y drama sin fin que nublan la vista por lágrimas no derramadas y gritos de frustración no exclamados.
            Se abrió al final del camino una luz, podrían llevar el objeto a la compañía de transportes San Juan, que nos recogería por la mañana y nos llevaría a Belice City, si, al final algo de suerte, si al final una posibilidad que se abre camino entre un destino incierto. Damos las gracias a Vinicio, nos ha ayudado en grado sumo, ha aligerado nuestra carga, puede que nuestro sueño pueda ser reparador, es mejor irte a la cama con un gran esperanza que son un mínimo desasosiego, esas pequeñas semillas se van haciendo grandes durante la noche y pervierte los estados de mayor onírica felicidad.
            En la madrugada suena el despertador, unas han dormido mejor que otros, preparamos las maletas y cargamos con ellas torpemente. Estos bultos cada vez pesan más o nuestras fuerzas son menos.
            Con una puntualidad que sorprende en estas latitudes, y se presentó en ese momento la gran pregunta: ¿Esta el ordenador de buceo con usted?....Si, lo tenía, reloj lo llamó, pero igual daba como lo nominara, el objeto perdido, hizo un viaje de ida y vuelta, movido por la energía de sus propietarios y la ayuda del camino, cumplió una fase que rara vez se repite, volver a su origen.
Con los corazones henchidos de felicidad, emprendemos el largo camino hacia Merchor de Melos, la Frontera, un nuevo sello en nuestro pasaporte, un nuevo mundo que descubrir, un nuevo país. Es francamente increíble, como en los viajes puedes tener la sensación de comienzo, de tabula rasa, de que todo puede ser posible en el nuevo día y como en nuestra vida diaria, somos a veces incapaces de sentirlo, tan sólo la rutina, trágico  cierto aunque real  como un plato de frijoles.

            El cruce de fronteras no sólo cambió el idioma sino el clima. Más calido, más humedad. Conforme nos acercábamos a la Belice City, las cosas iban cambiando, no os sabría decir que era, pero todo era diferente, las construcciones, como se organizaban, el olor, la suciedad que se iba incrementando progresivamente.

 El toque definitivo lo dio el cementerio que atravesamos en la misma entrada de la ciudad, y no, no penseís que eran dos tumbas, no.. eran miles, blancas, sobre tierra, ocupando los márgenes, las rotondas, las islas que dividían la calzada, no sé, producía una sensación que va más allá de la extrañeza.

            En el puerto, y después de admirar el caos de la ciudad de Belize, nos toca esperar al siguiente Water Taxi, para llegar en unos 60 minutos a Cayo Caulker. El viaje fue tranquilo, la llegada especial, atolones de mínimas islas creadas con el deposito de millones de conchas y su posterior conquista por manglares y palmeras, sembrados en un mar azul y turquesa se nos presentaba como una postal idílica. Íbamos hacia el segundo arrecife de coral más grande mundo, tras la gran barrera de coral de Australia. Íbamos hacia unos de los espectáculos naturales más impresionantes de la naturaleza… el Blue Hole.

            Llegar al Cayo y empezar a tomar los transportes típicos era necesario, los Golf-Kart taxi, nos desplazaron a nuestro hotel, nos sentimos relajados, reconfortados y frescos en nuestra habitación, por que el calor se mostraba implacable en el exterior.



domingo, 28 de octubre de 2012

DIA 15. TIKAL O EL FIN DE NUESTRAS FUERZAS.


         No había despuntado el día y el despertador no había sonado, cuando extraños golpes en la ventana nos despertaron  devolviéndonos  a la realidad, voces desde la oscuridad exclamaban nuestros nombres. ¿Pero que hora era? Ver el reloj, y descubrir con terror las 3:30 de la mañana todo fue uno. Otro nuevo día, y otro nuevo despertar al alba. Algunas veces se pregunta uno si la opción de vacaciones relajadas en un hotel, con tumbona, playa y piscina en un todo incluido, no hubiera sido mejor que esta otra opción de madrugar con constancia, recorrer grandes trayectos y llegar a tu destino para admirar las maravillas del creador a veces rápido, otras con paciencia, algunas con prisas y otras en un visto y no visto; diciendo por lo bajini: “lo veré mejor al revisar la fotos”. 
        Un desayuno muy Light, café y unas galletas de espantoso sabor, dió el pistoletazo de salida al encuentro con la penumbra. Cinco éramos los que formábamos el  grupo; y cinco, las almas que nos adentramos en la densa oscuridad, entre las ruinas mayas más famosas y bien conservadas de  Centroamérica, pagando otra módica señal de 100 QZT, por profanar a esas horas la tierra conquistada y dignificada por los mayas Olmeca. El paseo con linterna era rápido, subidas, bajadas, en este páramo un juego de la pelota, en este otro un palacio de las ventanas, cincuenta pasos más allá el templo 3, luego el 2. Y para que os hagaís una idea, todo bajo la visión limitada de una linterna, y con un silencio sólo interrumpido por el croar iracundo de las primeras ranas desperezadas. 
         Sinceramente, el ostracismo al que fuimos sometidos por una selva silenciosa, oscura, húmeda y resbaladiza (recordemos que estamos caminando sobre piedra calcárea húmeda y trillada por miles de visitantes) nos llevo a la máxima desorientación, es ésta y no otra, la única explicación pausible para interpretar que cuando el guía nos exhortó a subir el templo número 4, desde dónde contemplaríamos con asombro la salida del astro rey, Cristina tomó con rapidez los pasos de la escalera e inmediatamente las ascendió hasta llegar a una estrada superior, y allí puso cara de triunfadora y pagada de si misma; como diciendo: “a mi subidas de escaleras a estas alturas”; claro tengan encuenta que esto es una interpretación yo no leo su mente. Pero su cara era un poema cuando con su luz en mano, iluminó la auténtica escalera que  tramo tras tramo se enroscaba en la exuberante pared del templo, desdibujándose parcialmente, he aquí la envergadura de nuestra meta. Sin apabullarnos, ascendimos con ligereza, nuestras fuerzas eran tan grandes como el desayuno, pero nuestros espíritus alentados por el descubrimiento de un nuevo día en un lugar tan emblemático energizaban nuestros músculos. 
        En la escalinata que daba lugar al acceso al templo de sacrificios, ahora obliterado por las incólumes maniobras de desalmados que deyectaban en su interior por no ir al baño mas cercano, dimos reposo a nuestras almas. Mirando al este, esperando el giro eterno y seguro de nuestro planeta en su órbita elíptica. Pero antes de llegar Apolo con su luz caliente y sosegada, la selva empezó a levantar su humedad en forma de estado gaseoso, y una tenue niebla al principio se convirtió en un nubla densa, que dificultaba la visión. Nos explicaron que veíamos el templo 3, luego que si no era el 3 y era el dos. Era difícil la interpretación de la posición del sol, entre más la de templos que no habíamos visto de día. No obstante, el ambiente era sobrecogedor, un inmenso mar verde y entre sus frondosidades se levantaba la niebla rodeándolo todo y al mismo tiempo siendo parte de ello. Es una inyección de placer para los sentidos, pero el que menos disfruta es quizás la vista.

       La vuelta fue rápida, el guía nos dirigió por una serie de templos y nos comentaba algunos de los aspectos mas importantes. Nos indico los principales grupos de construcciones para que en nuestra visita posterior, eso seria como dos horas después, disfrutáramos del paseo entre los monumentos. 
        Habían dos grandes circunstancias que nos hacían volver, una nos afectaba, el desayuno, la otra no tanto, que nuestras acompañante tendrían que volver a pagar la entrada si no salían del parque antes de la 8:00. Así es Tikal.

            Tras el desayuno, estábamos extenuados, y decidimos hacer una siesta tempranera. Rápidamente nos quedamos dormidos, y al despertar, la tragedia.
            Nos costó levantarnos, y conforme pasaba los minutos Cristina empezaba a enfermar, se apagaba como una lámpara de queroseno al que se le haya puesto alcohol, y cada paso que daba para acercarse nuevamente a Tikal, era un paso que iba descontando de una especie de reloj vital. Nuevamente recorrimos los caminos, pero esta vez por el más corto para volver al dichoso templo 4, y volver a hacer las fotos, esta vez con luz. Luz que a cada minuto era más calor, calor que pronto se cerró y como ya es costumbre empezó a diluviar. El agua caía por nuestro rostro, y pronto los charcos y riachuelos se adueñaron de las calzadas calcáreas de Tikal. Era ufano y divertido, ver como grupos de turistas, se deslizaban y caían hasta dar con sus posaderas en el suelo, y la de al lado en un acto de misericordia, cristiandad y altruismo la ayudaba, y también veía como sus glúteos rebotaban más o menos sobre la calzada. Si es que, señores es piedra caliza mojada, deben andar por el margen del camino, yo sinceramente creo que sus guían no les decían nada por reírse.

            Llegamos al templo cuatro, lo volvimos a subir de un tirón, y ahí Cristina estaba totalmente destrozada, entre la perdida de fuerza y el mal estar postdesayuno y postsiesta, todo confluyó para empeorar. Fotos, mas fotos y nueva bajada. La gente la animaba, señora que solo le quedan dos horas para salir del parque, la vuelta fue un auténtico vía crucis, poco a poco recorrimos el palacio de las ventanas, estelas a doquier, llegamos al templo 1, el más famoso de Guatemala, el que sale en todos los libros de turismo, el mismo que hizo el rey Jaguar y que la compañía de Pensilvania descubrió completamente, pues en aquel entonces no estaba vigente la regulación de la UNESCO de sólo restaurar un 30 % de los monumentos.

            El día pronto llegó a su fin, un nuevo transporte nos devolvería a El Remate, y esta vez Cristina estaba definitivamente acabada. 






DIA 14. MOM AMMI O EL MISTERIOR DEL OBJETO PERDIDO (PRIMERA PARTE)


             El Remate, lugar, rematados; estado de los viajeros. El cansancio era tal, que al llegar a la habitación poco nos importó la distribución, los colores caleidoscópicos fruto de una imaginación desbordante o de un estado psicotrópico relativo (imaginad, paredes con intención de estucado veneciano, en tonos pastel pasando desde el mostaza al verde pálido y de ahí al azul ; todo ello franqueado por cenefa imitando unas olas de un color fucsia…) ni el estado del baño. Sin embargo, las carencias eran superadas por el trato amable de su personal.

            Y de repente, la tragedia. Se ha perdido un objeto de gran valor. No se encuentra por ninguna parte, Cristina poseída por el momento, saca sus pertenencias de la maleta, y en un momento la pequeña habitación en su lado norte se y transforma en la mayor leonera, desde la secuencia cumbre de “El exorcista”; luego afirmaría compungida: “¿Pero como puede estar así?” y el silencio sería la respuesta.
            Nos dirigimos al divertido lobby, mitad restaurante, mitad barra de bebidas mitad recepción, dónde tras llamar y mandar emails a todos los lugares que visitamos; nos confirma Vinicio, uno de los empleados de casa d´ Acuña, que el objeto se ha quedado en el vehículo que nos ha llevado, pero que ya el conductor ha recorrido mucho camino...que no nos preocupemos que nos lo hará llegar.
            Descansado por el encuentro del mismo, disponemos una excursión para la mañana siguiente. Y como la canción de Juan Luis Guerra: “Eran las cinco la mañana…” allí que estábamos en pié para recorrer el Cerro biotopo Cahuí. Nuestro guía Rafael. Un autóctono de más de 50 años que nos confesó que se sabía todos los caminos del cerro, incluso caminos entre la espesura para buscar y descubrir fauna. Eso nos llenó de alegría y excitación. Cuando ya recorríamos el camino hasta el cerro, tambiém nos dijo que eramos sus primeros clientes tras dos años. Eso sin embargo, no nos hizo tanta gracia.  Pero, yo personalmente, no os recomiendo en estos casos darle muchas vueltas a la cabeza, se te empiezan a ocurrir cosas, te adentras en la espesura en un lugar desconocido con un tipo que tiene un machete colgado a su cintura….mejor dejarlo correr y estar preparados para correr.

            El cerro es un páramo especial, situado muy cerca del lago tiene una forma piramidal y existen muchas pistas en su recorrido que indican que puede ocultar una estructura arquitectónica maya. 

            La vegetación es de segunda generación, es decir, fue parcialmente desforestada hace más de 50 años, muchos de los árboles a pesar de su altura y frondosidad son jóvenes. La explicaciones sobre la flora y la fauna fueron correctas, desgraciadamente sólo admiramos un par de monos y un pizote ( manigero narizudo de cola larga, muy fiero, y por lo que nos han comentado capaz de degollar con sus extremidades anteriores armadas con garras un perro).



           Cuando estábamos alcanzando el ecuador de nuestro recorrido, y nuestros músculos se mostraban tensos, elásticos y por que no decirlo tonificados por las intensa subida, comienzan a retumbar los primeros truenos, el horizonte se desdibuja tras una inconmensurable nube y el agua es vertida como ríos sobres nuestros cuerpos. A pesar de eso, gracias a nuestra protección con chubasqueros y la vegetación, no desmereció el paseo. Si, el paseo, pues tras superar varias pruebas durante el viaje, nos habíamos habituados a madrugar, desayunos pobres pero confortables, y caminar intensamente hasta el clímax solar. Lo que en otro momento hubiera supuesto el fin de nuestro día, tan sólo era nuestro habitual paseo matinal.

            No disponer de efectivo en determinadas regiones puede ser un problema. Y especialmente en el Petén. Y fue nuestro caso. Contactamos nuevamente con Vinicio y nos dice que finamente no ha podido mandar el objeto hasta Flores, pero que lo intentará para que nos llegue al siguiente día. No obstante, debemos retroceder en el camino, si lo sé, como no lo preveímos , cómo no paramos en nuestra ida a El Remate. A veces, sólo, a veces no se puede pensar en todo. Vuelta a empezar. Tuctuc hasta el cruce (15  QZT). Microbus atestado de gente hasta Santa Elena (50 QZT). Tuctuc hasta isla de Flores (10 QTZ)
            Tras haber prácticamente asaltado un cajero en Santa Elena (el primero en muchos kilómetros a la redonda, incluida la zona de Tikal) estábamos sentados en una  terraza en Flores, e íbamos a disfrutar de un merecido regalo, el pez blanco típico del lago preparado al vapor. 

           Nos atendieron estupendamente, comimos de maravilla, y pronto emprendimos el regreso al Remate, sin hacer parada para llegar finalmente a Tikal.

            Volvimos a la estación de Santa Elena, y desde allí siguiendo el flujo de consejos nos llevaron en un Chicken bus a otro sitio de Santa Elena, dónde hicimos transbordo al Chiken bus que nos llevaría por 50(QZT) hasta Tikal, tras hacer múltiples paradas, y tardar la friolera de casi dos horas y cuarto. Entrada a Tikal 250 QZT, y tras un pequeño recorrido al hotel, unas fotos y una cena agradable pero escasa, nos disponemos a descansar para realizar el Tour del Amanecer. Imaginar la hora, nos os costará.